Alrededor de 800 A.C. hasta 300 D.C., la cultura de Barriles (Chiriquí) tuvo sus comienzos. Contaba con una estructura social definida: jefes, sacerdotes, etc. Desarrollaron una habilidad extraordinaria en el arte de labrar la piedra, testimonios de las cuales pueden ser apreciadas en el Museo Nacional de Panamá, en los monolitos de Chiriquí.
El trabajo de la piedra fue más allá de la fronteras utilitarias y alcanzó las manifestaciones puramente artísticas, pero de indiscutible relación o carácter ceremonial. Tal es el caso de la estatuaria de Barriles, que constituye quizás, el ejemplo más logrado de escultura ceremonial pre-colombina de Panamá.
El trabajo de los metales, es junto con la cerámica, la manifestación de artesanía más extraordinaria de nuestras culturas pre-colombinas.
Es indudable que la orfebrería panameña, al igual que la de Costa Rica, fue una de las más apreciadas del Continente. Testimonio de ello son las piezas de orfebrería Coclesanas encontradas en los templos mayas de Chichen-Itzá, como también en Estelas Mayoides de Honduras. Se ha señalado como prueba de afluencia de la orfebrería panameña a la región mexicana el que en los códices de la época aparezca el diseño de la ranita en patas espatulares como el jeroglífico simbólico del oro. Esta ranita con patas con formas de espátula constituye uno de los diseños característicos de la orfebrería en el Oeste de Panamá.
Del año 800 a 500 D.C., comienzan a aparecer las culturas superiores, acompañadas de un florecimiento de las artes y las artesanías. Es una alta época ecológica, que cubrió las regiones de Coclé, Parita y Veraguas y se extendió hasta la Provincia de Chiriquí.
La “Cultura Coclé” con la que está identificada la cerámica actual de “La Arena”, Herrera, pertenece a este período que cubrió de 500 a 1000 D.C.
La “Cultura Coclé” con la que está identificada la cerámica actual de “La Arena”, Herrera, pertenece a este período que cubrió de 500 a 1000 D.C.
El arte cerámico merece una mención especial. Es quizá la manifestación de artesanía en la cual nuestros aborígenes pre-hispánicos descollaron más. Esa cerámica que se inició con decoraciones sencillamente grabadas fue perfeccionándose hasta las extraordinarias piezas de rico polícromo que caracterizaron a la región coclesana como también a las de variados motivos y equilibrados usos de colores recientemente descubiertos en Tonosí, Península de Azuero. El indio panameño vertió en la artesanía de la cerámica toda su expresividad estética.
El descubrimiento de la Cultura Coclé en “Sitio Conte”, figura como uno de los tres descubrimientos arqueológicos más ricos del mundo. Los otros siendo Monte Albán en México y Tutank-Hamen en Egipto. Panamá fue entonces sitio de intercambio comercial para la Américas, siendo lugar de reunión de viajeros mejicanos y peruanos. En la Provincia de Bocas del Toro existen evidencias de una colonia náhuatl que en un tiempo habitaron esa región.
Los años 1500 a 1600 D.C, marcan el comienzo del fin de esta civilización, con el advenimiento de la Conquista Española, la cual definitivamente terminó con el basamento indígena en la península de Azuero.
El renacimiento total de la artesanías panameñas autóctonas y aquellas de origen ibérico-española y que fundaron la base del actual folklore nacional, es una meta que constituye el ideal de todos aquellos institutos, organismos y personas que ven con orgullo el auténtico y puro espíritu de creación artística en las manifestaciones artesanales del Panamá de hoy, enclavados en la base histórica a la que ya hemos hecho referencia.
Sirva esta introducción para hacer la presentación en síntesis de las múltiples manifestaciones de lo que comprenden las artesanías panameñas de hoy en día.
Hasta un año de labor es invertido en el trabajo manual de la “Pollera de Gala”, traje Nacional. Nacido del modesto traje español del siglo 17, la Pollera Panameña es hoy día una tradición nacional y una exhibición femenina de gracia y elegancia. Yardas de fino lino y percales son el escenario para líneas de bordado y trabajos de aguja adornando la falda. Debajo de la plisada falda, un peticote de fino encaje es usado hasta el tobillo.
El Montuno usado por el hombre, en las regiones de Ocú, Veraguas y Herrera y que rápidamente está reemplazando a la camisilla como vestido nacional, es una blusa suelta de algodón tejida toda a mano y decorada con punto de aguja sobre las mangas y hombros, abierta hasta la cintura. La camisa montuna de la dama es bastante parecida a la de la pollera de gala usada en ocasiones menos formales con una falda de algodón entera, y es llamada también Pollera de uso diario.
Cantidades de joyas de oro son usadas con la pollera de Gala. Las joyas de poco uso, son consideradas como un tesoro familiar, sacadas anualmente para usarlas en ocasiones de festividades de la región.
Cantidades de joyas de oro son usadas con la pollera de Gala. Las joyas de poco uso, son consideradas como un tesoro familiar, sacadas anualmente para usarlas en ocasiones de festividades de la región.
Oro, perlas y piedras preciosas adornan las peinetas, collares, aretes y pendientes en un deslumbramiento de filigranas y repusé. Pares de flores de fantasía brillantes, llamadas “Tembleques” son colocadas tradicionalmente en el peinado de partido y moños. Las flores tradicionales “Tembleques” son hechas de escamas de pescado pulidas.
Como ocurre con los jardines de otras naciones, los bosques tropicales de Panamá producen una variedad de maderas exóticas, tales como mango, cocobolo, matahombro, corotú, laurel, caoba y cedro, que constituyen la materia prima de trabajo para el artesano en esta rama. La más útil de las herramientas caseras es la “puya”, un machete corto que sirve de escoplo, plano, raspador y medidor. Artefactos caseros, juguetes y muebles sencillos se prestan para utilizar la riqueza en maderas de Panamá.
Lo más fino en escultura de fetiches lo hallamos en las esculturas de las selvas del Darién y en San Blas. Aún hoy día se producen instrumentos tradicionales de madera. Sobresalientes en éstos, es la guitarra de cuerda rústica “Mejorana”, instrumento típico para el canto y baile folklórico de Panamá. Los artesanos contemporáneos producen una variedad de tallas en madera con motivos y formas indígenas, interpretando su artesanía con la flexibilidad que permite la gran diversidad de herramientas sofisticadas que en la actualidad emplean.
Los trabajos artesanales más sofisticados de Panamá son producidos por artistas – artesanos profesionales quienes revelan ser afines en alto grado con las tradiciones socio-históricas de la cultura panameña. El batik, la cerámica, la serigrafía y la orfebrería se cuentan entre las formas más fascinantes de expresión adoptadas por el artista-artesano contemporáneo.
Los murales de cerámica inspirados por la mola pueden verse en las fachadas de diversos establecimientos industriales. La mola de San Blas es una de las manifestaciones más llamativas en arte indígena dentro del mundo contemporáneo. La blusa Mola sirve de marco a dos paneles (de aproximadamente 16 x 24 pulgadas cada uno), en los cuales se reflejan arte, artesanía y espíritu creativo en magistrales proporciones.
La blusa Mola, tal como es creada por las mujeres Cunas, pueden fácilmente consumir un mes en su confección y utilizar hasta doce capas de telas en colores, sobrepuestas en “appliqué” o manejadas a través de intrincados motivos en negativo, también en “appliqué”. El origen de la Mola es incierto a pesar de que el arte de pintarse el cuerpo era ya conocido y practicado por los habitantes del istmo en el siglo 17.
La mujer Cuna no limita sus creaciones a ningún concepto en particular. Los temas difieren desde motivos heroicos y religiosos, hasta motivos adaptados de etiquetas comerciales y fascinantes abstracciones geométricas. Los temas más usuales son derivados de su medio-ambiente natural: el mar, el cielo y la selva.
Decoraciones de trabajos en piedras es notable entre los Guaymíes de la provincia de Chiriquí y los indios de San Blas. La chaquira es un cuello ornamental que ha sido usado por los guerreros Guaymíes desde los tiempos prehispánicos. Las chaquiras antiguas que fueron una vez hechas de huesos, semillas y conchas, son hechas ahora de cuentas de vidrio dentro de un conjunto de diseños geométricos. Las mujeres de San Blas se atan en la cintura y tobillos pulseras apretadas de cuentas de colores, las cuentas trabajadas en un solo hilo revelan un patrón ingenioso sólo después de haber sido envueltas sobre el cuerpo.
En contraste a los artesanos de países altamente sofisticados, el comentario social es raramente utilizado como recurso en las artesanías panameñas, con la excepción de las mujeres Cunas de San Blas quienes con mayor frecuencia utilizan personajes populares en sus creaciones. Rodeados por la naturaleza, la selva y los animales, los artesanos panameños tradicionalmente recurren a temas sencillos derivados de la madre naturaleza. Los temas más frecuentes son aquellas fuerzas, naturales, o sobrenaturales, dotadas del poder de la vida y la muerte.
El papier-maché, como medio artesanal, es común a la mayor parte de las Américas. En Panamá el papier-maché se ha usado tradicionalmente en crear las máscaras que se ponen los Diablícos y Parrampanes durante la fiesta de Corpus Cristi y en las celebraciones que anteceden a la Cuaresma. Sólo recientemente se ha convertido el papier-maché en un medio artesanal ampliamente usado en Panamá, volviendo a resurgir por sus facilidades plásticas en las artes decorativas.
Panamá está dotado de un sinnúmero de fibras de fácil extracción como la palma, el maguey, el cabuyo/henequén, corteza y paja, que con suma destreza el artesano panameño utiliza para tejer, tantos productos para el mercado local. El sombrero “montuno” de Panamá es de sobria y elegante textura, siendo el mismo en las épocas festivas adornado con borlas de lana de vívidos colores para dar una nota de alegría.
Pequeños pajaritos de fibra habitan jaulas palaciegas confeccionadas con bambú y palma. Pequeñas alfombras, hamacas, maracas y cestos se producen a través del interior del país. La india Chocó de la provincia del Darién teje canastas tan finas como las que atribuyen a sus vecinas del Caribe. La “chacara” entrelazada por los campesinos del interior, le sirve para transportar múltiples cosas. Los artesanos profesionales, por su parte, combinan el material con cuero y madera, incorporando motivos tradicionales y étnicos dentro de sus obras.
La cerámica contemporánea en Panamá tiene raíces profundas en la cultura pre-hispánica. Las primeras culturas indígenas en el interior del país provienen de años mucho antes de la era cristiana. Durante las últimas cuatro décadas las excavaciones arqueológicas realizadas han resultado en hallazgos de una importancia universal, sobresaliendo de los descubrimientos pre-hispánicos las formas policromadas encontradas en las Provincias de Coclé y Veraguas. Recientemente, en 1968, una expedición conjunta de panameños y franceses descubrió tumbas en la región de Tonosí que datan a 300 años A.C. Las piezas descubiertas muestran una cerámica que difiere del resto de los hallazgos anteriores tanto en forma como en decoración, abriendo así un nuevo canal de investigación.
Actualmente la cerámica popular y contemporánea cubre desde las cazuelas rústicas de arcilla que son utilizadas para el cocimiento de cierto tipo de alimentos de la clase campesina, hasta llegar a las más sofisticadas formas esmaltadas y decoradas que son producidas por los talleres artesanales de La Arena, en la provincia de Herrera.
En la provincia de Veraguas la alfarería comunal de La Peña basa su estilo en los descubrimientos auténticos zoomórficos de las regiones del interior, mientras que en las selvas del Darién la arcilla local es modelada en sensitivas estilizaciones de las maravillas de la naturaleza.
Fiestas religiosas y carnestoléndicas son ocasión para espectáculos en donde predominan los trajes típicos, folklóricos y disfraces. A veces, entre ondulaciones rítmicas de finos peticotes de hilo y polleras laboriosamente trabajadas, bailan los legendarios diablícos con vestimentas a rayas de vividos colores contrastantes y plumas de aves en la cabeza. Los diablícos llevan una nota de temor y humor al espectáculo de la fiesta luciendo diabólicas máscaras de fina artesanía con figuras de reptiles o antropomórficas.
El “cucua” nombre derivado de la corteza del árbol que constituye la materia prima de la vestimenta, es elaborado por el campesino coclesano en la parte montañosa de Penonomé, confeccionado a mano, es pintado con matices de pigmentos extraídos de la naturaleza y estampado con signos cabalísticos e insectos. La máscara que completa la vestimenta conlleva casi siempre el concepto de un “puerco de monte” adornado con astas de venado.
La abundancia del ganado en Panamá permite a la sociedad rural abastecerse de una variedad de pieles y cuero. Las tenerías locales producen cuero para suelas que se venden en almacenes generales a lo largo de la república. Las mejores pieles son reclamadas para producir revestimientos de sillas llamadas taburetes, fundas para machetes, sillas de montar y talabartería y calzado en general. La “cutarra” sencilla, sandalia cortada a la medida, sigue siendo el clásico calzado de las clases campesinas de la República de Panamá.
La conciencia de los gustos modernos y la necesidad de abrirse paso con nuevos mercados ha traído consigo una nueva variedad de artículos, entre los cuales figura el cuero repujado embellecido por los temas imaginativos de los artesanos con base siempre en la cultura indígena.
A lo largo de la República de Panamá existen artesanos de una imaginación de lo más creativa quienes producen un sinnúmero de artículos de índole popular, confeccionados a mano para el mercado local y para el deleite de los turistas que atraviesan el interior en las épocas festivas. Una variedad de auxiliares tales como cocos, conchas de mar e hilos de color sirven al artesano para producir artículos con un sabor altamente regional.
Texto original de: Alberto Chan C.
Jefe, Centro de Diseño, SENAPI.
Malcolm Benjamín,
U.I.T. Naciones Unidas
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